La trampa de mis amigas - Cap. 1
Las luces del atardecer se filtraban por las cortinas de la casa de Sofía, pintando las paredes de un dorado cálido que prometía una noche de diversión. Yo había llegado temprano, como siempre, con mi vestido blanco ajustado que sabía que me quedaba bien—corto, pero no demasiado, lo suficiente para destacar mis piernas largas y delgadas, mi cintura estrecha que siempre llamaba la atención. Mi piel, pálida como la porcelana, contrastaba con mi pelo trigueño, suelto y ligeramente ondulado, cayendo sobre mis hombros huesudos.
—¡Por fin llegaste! —Sofía me abrazó con esa sonrisa de dientes perfectos que siempre me había dado envidia. Detrás de ella, Valeria y Daniela levantaron sus copas en señal de bienvenida.
El aire olía a vodka fresco y a ese perfume caro que siempre usaba Sofía. La mesa del comedor estaba llena de botellas, snacks y un par de juegos de mesa que nunca terminábamos usando.
—Empezamos sin ti —dijo Daniela, pasándome una copa rosada—. Toma, es tu favorito.
El trago sabía dulce, demasiado dulce, con un toque amargo al final que atribuí al alcohol. Pero después del tercer sorbo, algo no se sentía bien. La habitación empezó a girar lentamente, como si alguien hubiera puesto el mundo en cámara lenta.
—¿Qué… qué le pusieron a esto? —pregunté, riéndome torpemente, pensando que era una broma.
—Nada, exagerada —Valeria me dio una palmada en la espalda—. Es solo que no aguantas como antes.
El Primer Reto
Los juegos empezaron inocentes. "Verdad o reto", pero con una botella girando en el centro de la mesa. La primera vez que me tocó, elegí verdad.
—¿Alguna vez te has tocado pensando en una de nosotras? —preguntó Sofía, sus ojos brillando con algo que no supe identificar.
Me ruboricé. Era mentira, pero todas gritaron como si hubiera confesado un crimen. La siguiente vez, la botella me señaló de nuevo, y esta vez elegí reto.
—Quítate el sostén —ordenó Daniela—. Pero sin sacarte el vestido.
Reí nerviosa, pero lo hice, sintiendo cómo el elástico se deslizaba por mis brazos, cómo mis pequeños pechos quedaban libres bajo la tela delgada. El aire acondicionado me hizo notar lo expuesta que estaba, mis pezones endureciéndose contra el tejido.
La Espiral
Cada trago, cada reto, era más intenso.
—Ahora la tanga —exigió Valeria después de que perdiera otro round.
Mis dedos temblaron al meterse bajo el vestido, deslizando la tela negra por mis caderas estrechas hasta que cayó a mis pies. Sofía la recogió con un dedo, riéndose.
—Qué pequeñita —comentó, mostrándosela a las otras—. Como de niña.
Yo solo me reí, demasiado mareada para sentir vergüenza. El cuarto giraba, sus voces sonaban como si vinieran de muy lejos.
El Último Reto
—Este es el grande —dijo Sofía, levantándose. Su sombra se proyectó sobre mí—. Tienes que ir al cuarto de mis papás y quedarte ahí un minuto. Con la luz apagada.
—No… eso no—intenté protestar, pero mis palabras sonaron espesas, borrachas.
—¿Ahora te haces la santita? —Daniela se rió—. Después de todo lo que ya hiciste.
Me levanté tambaleándome, sintiendo cómo el vestido se pegaba a mi cuerpo sudoroso. Mis piernas apenas respondían, pero ellas me guiaron, sus manos en mis brazos, empujándome suavemente hacia el pasillo oscuro.
La puerta del cuarto principal estaba entreabierta. Un resplandor tenue se filtraba desde dentro, como una lámpara de noche.
—Entra —susurró Sofía justo antes de darme un pequeño empujón—. Un minuto, nada más.
El aire dentro olía a madera cara y a ese perfume de almizcle que usan los hombres mayores. Di un paso, luego otro. Detrás de mí, la puerta se cerró con un clic suave.
Y entonces, en la penumbra, vi las siluetas moverse.
Continuara...



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